Escrito Por: Katherine Giraldo
Hay personas que sufren, cuando ven a otros sufrir. Hay quienes lloran, cuando ven a otros llorar. Y finalmente, hay quienes se culpan y se acongojan cuando no pueden ayudar a otro, mientras pasa un mal momento.
Personalmente, considero la compasión y el amor por los demás, como dos de los más importantes sentimientos humanos 🙂
Sin duda, se siente un gran placer poder ayudar a otros, se siente una inmensa alegría cuando nuestras palabras pueden desvanecer la tristeza de un corazón herido, y finalmente se siente una increíble satisfacción, cuando podemos detenernos por un segundo para dar la mano a quien está caído.
Pero hay algo importante en todo esto y que a veces dejamos pasar por alto, y es que la compasión y el deseo por ayudar a otros, no deben sobrepasar el límite de la objetividad y lo razonable.
Es decir, hay personas que pasan de ser compasivos a volverse obsesivos y compulsivos por la ayuda a otros.
La pregunta entonces es: ¿Cuándo Se Pasa De Ser Compasivo A Ser Obsesivo?
Pues bien, la compasión es en sí mismo el sentimiento humano que conmueve nuestras vidas para sentir el dolor de otros, para experimentar sus sufrimientos en nuestro interior y sentir un inmenso impulso por ayudarlos a salir de esa situación para verlos mejor.
En otras palabras, la compasión es el deseo innato y natural que tenemos como seres humanos en velar por el bienestar de los demás.
Por otro lado, la obsesión es un trastorno mental y una perturbación anímica, que produce inconsciencia o incongruencia en las personas, logrando que éstas maximicen y exageren una situación.
Es decir, la obsesión provoca una realidad idealizada en las personas que la padecen, gracias a que el emocionalismo se dispara dentro de ellos, y apaga la valiosa luz de la razón.
Entonces, cuando nuestra compasión se vuelve una obsesión, es justamente cuando dejamos de pensar “con cabeza fría” lo que debemos hacer para proveer bienestar a otro, y a nosotros mismos.
La obsesión nos hace sentir responsables del mundo entero, nos hace creer que somos más que perfectos y que el bien de la humanidad está en nuestras manos, nos hace olvidar que la vida de otros, es eso, de otros… Y que hay un gran límite sobre lo que podamos hacer por ellos, comparado a lo que ellos quieran hacer por ellos mismos.
Recapitulando, lo que debes entender es que hay un delgado hilo entre compadecerte por otro y obsesionarte con otro. Está bien que ayudes a quien más puedas, está bien que te apasione el bien de los demás y que actúes en consecuencia de ello; lo que no está bien, es que pases por encima de tu propia vida y de la objetividad, por querer que otros vivan como tú quieres que vivan.
La vida de cada persona es su responsabilidad. Yo sé que a veces quisiéramos tener la responsabilidad nosotros porque consideramos que podemos vivirla mejor… Y también entiendo que aunque es simple comprender este concepto, es difícil de aceptarlo y aplicarlo.
No permitas que tu bienestar y tu estabilidad emocional se ponga en riesgo por causa de los errores que otros han cometido. Ten muy en cuenta que sin objetividad, puedes llegar a una enfermedad psicológica por causa de no saber controlar la situación.
Sólo mientras tú estés bien, podrás dar una mano a quien necesita ayuda, y podrás hacerle entender que algo en su vida tiene una piecita por ajustarse.
No te culpes si un día simplemente no puedes hacer nada para ayudar a alguien; y pilas, ten cuidado de mantener al margen tu percepción subjetiva para calificar si los actos de otros están bien o mal.
Finalmente, encárgate de hacer de tu propia vida lo que siempre has anhelado… En el camino, irás aprendiendo que la objetividad es una magnífica opción para vivir la vida (por no decir que la mejor).
De esta manera, podrás impartirle a otros la motivación suficiente para analizar sus propios actos, y asumir sus responsabilidades.
Da una mano si es necesario, pero no olvides que con la otra debes aferrarte bien fuerte a la objetividad de la vida 😉